Un creyente está de pie en lo alto de una montaña contemplando la belleza del valle que se despliega a sus pies cuando, repentinamente, da un traspiés, cae por el acantilado y a duras penas consigue sujetarse de la rama de un árbol que se balancea sobre un abismo de trescientos metros. Sin saber bien qué hacer, se pone a rezar : “¡Por favor, Señor ayúdame! ¡Sálvame de la muerte!”, y de pronto, escucha una voz procedente del cielo que le dice: “Ten fe y suéltate!”.
Nuestro hombre mira entonces hacia abajo y, dirigiendo de nuevo su mirada al cielo, exclama:
– ¿Hay alguien más por ahí!